Hoy celebramos otro año más la fiesta de un Rosarista que ya alcanzó la gloria de los altares: San Antonio María Claret.
De su piadosa senda destacan algunos avatares, que pronto lo elevaron a la santidad: vida misionera, compromiso con los pobres y ardiente caridad. Pero el mejor legado que dejo a este mundo fue la congragación misionera del Inmaculado Corazón de María, los Padres Claretianos.
Aunque sin duda, la circunstancia que lo llevo a gozar de la inmensa fortuna de poder postrarse ante la Reina del Rosario y del Realejo, en aquel memorable 11 de Octubre de 1862; fue el cometido que desarrolló a partir de 1857 como confesor de la Hermana Mayor de la Archicofradia del Santisimo Rosario de Granada, la reina Isabel II de España; que junto al Santo que hoy conmemoramos se postro ante la Virgen de Lepanto en su viaje a Granada.
De la voz de nuestro Santo Rosarista brotaron no pocos alagos, signo de su amor por el Salterio: “No ha habido santo ni persona distinguida en saber y virtud, ni comunidad observante, ni seminario bien ordenado, que no haya tenido devoción al Rosario".
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