martes, 14 de mayo de 2013

TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO: Día segundo



TRIDUO PARA MAYOR GLORIA Y HONRA DE LA SIEMPRE BIENAVENTURADA VIRGEN DEL ROSARIO CORONADA, COMPENDIO DE TODOS LOS SANTOS MISTERIOS DEL SALTERIO, COPATRONA DE GRANADA, PATRONA Y EXCELSA PROTECTORA DEL BARRIO DEL REALEJO, CAPITAN GENERAL DE LA ARMADA ESPAÑOLA, PROTECTORA DE LAS ESCUELAS DEL AVE MARIA, MADRE DE TODOS LOS ROSARISTAS, Y VENCEDORA DE LEPANTO POR LA GRACIA DE DIOS


Por la señal, etc.


Oración de San Bernardo para empezar todos los días.

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. Yo, pecador, animado con tal confianza, acudo a vos oh Madre, Virgen de las vírgenes: a vos vengo, delante de vos me presento gimiendo. No queráis, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.


DÍA SEGUNDO 




Oración de San Atanasio de Alejandría (295-373). Doctor de la Iglesia.


Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor, Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo, no apartes de nosotros tu memoria, habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor, es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides, pues eres llamada llena de gracia y de alegría por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo. Por esto, aun los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad, claman a ti e invocan tu protección. No nos cierres las puertas de tu pecho, y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra.


Oración final para todos los días.

¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu, la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la santa Iglesia católica.

Amen


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