viernes, 21 de noviembre de 2014

Presentación de Nuestra Señora en el Templo.

 
Jerusalén la amó desde el principio
y santa la pensó, Eva sin mancha,
María siempre Virgen, bendecida,
por gracia de Jesús santificada.

Jerusalén guardó entre sus olivos
la huella de una tumba iluminada;
no cae en el torrente de la muerte
quien va a María, senda de esperanza.

Jerusalén la amaba y bendecía,
porque era suya y en ella se gozaba;
¡oh santa Iglesia, madre de las gentes,
que miras a María y ves tu alma!

Jerusalén por ella, toda hermosa,
un templo y otro templo dedicaba;
¡oh templo santo tú, Virgen humilde,
en ti por fe y amor tu Dios descansa!

Jerusalén recuerda eternamente
y sabe de ella que es la consagrada;
¡oh Madre del Señor, santa María,
por ti, por tu oración, venga su gracia!

¡Oh Cristo del Calvario y del Jardín,
al Padre consagrado en las entrañas,
la gloria tuya brille con los tuyos
y sea él la gloria de su casa! Amén.
 
 

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